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Autor : Dr. Andrés Jaramillo Ortiz, Director Fundación Función Futuro (Apartes Libro en edición Manual Practico de los Trastornos Adictivos, 2018
Desde el mundo antiguo
Aunque en muchas ocasiones la adicción ha sido tratada como un tema prohibido, algunas de las culturas antiguas tenían conocimiento e interés sobre el tema. Al referirnos a la historia vemos como dichas las culturas ya tenían algunos conocimientos sobre adicciones. Por ejemplo, en Grecia antigua se hablaba de enofilia, para referirse a los consumos enfermizos de alcohol en ciertos individuos, que hoy podemos llamar el consumo patológico. Según la etimología de la palabra esta viene de enos, “vino” y, filia, “inclinación”. También se mencionan las dipsomanías, que eran los comportamientos díscolos asociados al consumo; lo que hoy podríamos llamar consumo problemático o de riesgo[1].
Asimismo, sociedades altamente metódicas como la romana, de la cual hemos heredado grandes legados, enfrentaron problemas causados por la enfermedad del alcoholismo (aunque este término se acuñara siglos después). Aunque los romanos no veían la enofilia, ni las dipsomanías como enfermedades, las entendían como desviaciones de la conducta, y aplicaban castigos severos a quien tuviera comportamientos escandalosos, producto de las borracheras. Se dice que el consumo de bebidas en exceso, especialmente vino, y la misma corrupción de los imperios, tanto romano como egipcio, terminaron por ahogar estas sociedades (Rossi, 2015).
Esto nos muestra que desde las civilizaciones antiguas han existido las enfermedades adictivas tanto de comportamientos como de consumo de sustancias, pues el estímulo de placer es prácticamente el mismo sea generado por un triunfo en el juego, o con un pase de cocaína o una masturbación compulsiva mirando pornografía por el internet. En excavaciones se han encontrado rastros de tabas (precursores de los dados) y, de igual manera, vestigios de rudimentos de instrumentos de piedra para producir alcoholes que dan un indicio de la producción de los mismos desde hace 13.000 años, en Raqefet Cave, Israel[2] (Israel Noticias, 2018).
Otra cultura milenaria que debemos mencionar es la de China. Si bien, el uso medicinal del opio en China es antiquísimo, durante los siglos XVIII y XIX el consumo masivo de este narcótico, por parte de gente adulta, conllevó una epidemia de consumo tal, que literalmente las personas morían en los fumaderos; esta epidemia fue redimida ferozmente por los gobiernos comunistas que, incluso, impusieron la pena de muerte por la posesión de opio asesinando a miles de enfermos adictos. No la profundizaremos, ya que no fue un fenómeno cultural que arrastrara principalmente a las juventudes.
Sin embargo, es importante mencionar el consumo de narcóticos opioides (morfina y heroína) el cual se difundió en Europa en la primera mitad del siglo XX y arrasó especialmente en todo el viejo continente, pues países como Italia y otros no poseían una legislación punitiva para el tráfico y la posesión de la heroína. Esto dio lugar al surgimiento de las primeras mafias dedicadas al tráfico de drogas en Nápoles y Calabria. Después de la Segunda Guerra Mundial la situación cambió; se reprimió policivamente el tráfico y el consumo, que son aspectos diferentes. Aun así, el consumo y el mercado clandestino continuó pues “mientras haya consumidores y consumidores adictos, habrá mercado”.
Años sesenta: el relevo generacional y las protestas estudiantiles
Con el tiempo a Norteamérica llegó la revolución de los años sesenta. Estos años fueron cruciales en la época moderna de la humanidad, la historia reciente de las drogas, de las adicciones y de las subculturas que se mueven en ellas fue crucial para entender los que sucede hoy día, cuyo hito fue el grito de Mario Savio[3] contra el yugo de las normas y la cultura conservadora en el campus de la universidad de Berkeley en 1964. De esta manera, surgió en América el contexto propicio para que, desde el arte, naciera el Rock; el cual se apropia del Blues, en donde se recoge otra alegoría de pasiones reprimidas y restringidas de los afroamericanos, que habían surgido con anterioridad y así nació la generación Beat, , vinieron las revueltas de igualdad racial en U.S.A. las protestas estudiantiles precursora del movimiento hippie de los 60 luego de la guerra de Corea y en medio de la guerra del Vietnam.
Desde el inicio de las protestas juveniles en el campus universitario de la Universidad de Berkeley (California, Estados Unidos) así como en la ciudad de San Francisco en estos años ―en donde se rompieron los límites y las normas de lo establecido por las épocas victorianas― se crearon fuertes y, en algunos casos, algunas graves resonancias sociales que se han propagado hasta la sociedad en la que vivimos hoy. De tal forma que, estos ecos de las juventudes enardecidas aún resuenan en el mundo entero reclamando por la legalidad de las sustancias psicoactivas. Estos ecos sonaron en las voces del llamado alarido de la ruta 66, en donde Jack Kerouac, en su escrito On The Road [4], reabre las mismas puertas que Charles Baudelaire en el siglo XIX, dando paso a una protesta mundial, en donde las juventudes reclamaban su derecho al libre albedrío, al sexo y el derecho al uso libre de drogas.
Estas protestas legítimas, pero no auténticas en la mayoría de sus casos, cobraron vida en el cine de rebeldes sin causa y matones temerarios que, en la lucha por convertirse en jinetes de su propia libertad, es decir los Freedom Riders, muchos de estos jinetes terminaron encadenados a las adicciones y a la locura de la llamada Generación Beat[5], que luego se volcó hacia la revolución hippie, y llevó a la juventud a un delirio colectivo (Jaramillo, 2017).
Los asesinatos de Martin Luther King y, posteriormente el de Malcom X., sumados a la guerra de Vietnam generan descontento en las juventudes, quienes en cierta forma se refugian en un discurso pacifista sustentado por el flood causado por heroína, el stone de la marihuana, el rush psicodélico del LSD. Muchos terminan muertos, esclavos, locos o presos en el fuego infernal de las adicciones y las psicosis secundarias a las drogas.
Es allí, en esos espacios sesenteros en donde surge la generación Beat, impulsada por sus “poetas delirantes”, que solo recuerdan las estrafalarias letras de los “Poetas Malditos” en Francia. Acérrimos consumidores del cannabis[6], fueron los encargados de llevar las drogas de esas épocas victorianas y luisinas desde los escenarios criminales y carcelarios, en donde eran consumidas, hacia el mundo del arte y los movimientos contraculturales del siglo XX.
Pues bien, la música tuvo una gran influencia sobre las juventudes de la época. Letras de canciones de artistas como Bob Dylan, Jim Morrison, John Lennon y su pareja Yoko Ono, invitaban a las juventudes a la cultura de ser “freedom riders”. Asimismo, entre otros brillantes exponentes están The Who y su film Tommy; la canción The house on the rising sun de The animals, que causa gran sensación en Inglaterra entre quienes se sienten incomprendidos, golpeados por la sociedad y sus las maquinarias, o incluso por sus propios padres porque les imponen una norma. Estas letras, que se convierten en himnos, de una u otra forma incitan a la vida bajo el desenfreno y la locura juvenil, que en algunos casos llevaron a la juventud por sentir encanto por los perverso y desenfrenado, convirtiéndose hasta en algo peor de los que criticaban
Dicha locura juvenil en muchos nunca cesó y los acompañó hasta épocas más maduras. De esta manera, esos jóvenes terminaron por convertirse en viejos consumidores, completamente desadaptados de la sociedad, del trabajo y de la cultura social. De estas asociaciones, muchas veces inconscientes, entre rock, sexo y drogas fue como se pulverizaron los valores de las juventudes, sin nunca olvidar la poderosa influencia de bandas musicales como Rolling Stone, Pink Floyd, más tarde Black Sabath y Aerosmith, entre tantas otras. Dichos grupos armaron las autopistas hacia el consumo masivo y compulsivo de drogas, y animaron con sus letras el rompimiento de lo establecido, de los valores y de una tradición. Muchos jóvenes engañados bajo promesas de libertad química y placeres inmediatistas vendieron su bienestar a futuro bajo el lema “el mañana no importa”, y así, dejaron de actuar en función de un mejor futuro.
Desde la famosa protesta en Berkeley, en donde las juventudes reclamaban su derecho a la libertad de expresión, se oían incluso reclamos de jóvenes que protestaban contra el régimen establecido por su derecho a una expresión verbal soez para violentar a toda costa las normas victorianas. Por consiguiente, al no contar con un sentido de consecuencia claro, cientos de miles de personas se hundieron en el abismo de las drogas.
Como resultado, una cantidad de personas diversas como estudiantes, artistas, y muchas otras personas jóvenes terminaron enterradas en solitario, en un lúgubre cementerio, algunos en fosas comunes, ya que nadie fue a reclamar sus cuerpos. Otros terminaron en hospitales psiquiátricos confinados de por vida tras una lesión cerebral, y otros más deambulando por las calles, solos, con frío en tardes lluviosas esperando una próxima dosis.
En aquel momento, el hoy expresidente Ronald Reagan, quien era enemigo de las drogas, terminó representando al enemigo de la juventud. Reagan era por aquellos días el gobernador de California, el escenario de esta revolución juvenil en los Estados Unidos, y aunque pretendía proteger y apoyar a los jóvenes a avizorar lo que se les venía encima; sus medidas no fueron eficaces pues esas políticas centradas en la prohibición de la droga, y no en la atención de lo que expresaban y demandaban las personas, han resultado infructuosas como se ha demostrado ya a nivel mundial.
Como consecuencia, el prohibicionismo solo ha traído problemas tales como el surgimiento y fortalecimiento de los mercados negros. Mercados ocultos y sin control, donde los asesinos cometen crímenes y sacan provecho de las malas políticas y legislaciones de Estado; se lucran del placer común de los adolescentes que disfrutan, en mayor medida, de realizar lo prohibido para acabar así, con buena parte de la juventud y de sus familias.
De esta manera, se vio la explosión de una juventud que involucró las drogas dentro del marco de su expresividad introduciendo a muchos en un delirio colectivo de ilusiones químicas, placer, sexo y desenfreno. Por lo tanto, muchos de estos jóvenes, recalcamos, cayeron adictos; otros, murieron por el consumo y otros más finalizaron en los manicomios y en las calles.
Este libro honra su memoria, adictos que sin ser delincuentes fueron prolíficos artistas que muy probamente hubiesen sido mejores, más consistentes y eternos, sin ser víctimas del delirio colectivo de las juventudes de esta Beat Generation, de esos Freedom Riders y de la Hippie Revolution. En consecuencia, muchas personas se sumergieron en las arenas movedizas de las drogas; otros cayeron desde del cielo tal como lo hizo Ícaro[7] de la mitología griega, quien por querer alcanzar el firmamento vuela tan alto con sus alas de cera que estas por el calor del sol se derriten y cae muerto. Lo anterior nos sirve para hacer alusión a quienes cayeron como el pobre Ícaro con el himno de Led Zeppelin de Stairway to heaven; aquellos que solaparon sus problemas en las drogas al pretender realizarse químicamente y romper las formaciones morales y religiosas de esta época.
Todos ellos subieron en ilusiones de autorrealización, de meras fantasías producidas por químicos, legales o clandestinos, naturales, sintéticos o semisintéticos, que brindan placeres ficticios e ilegítimos; gozos autodestructivamente perversos que casi siempre solo favorecen el desarrollo de un falso self[8]. Así como muchos de los jóvenes que abren las puestas del consumo aparentemente inocentes y atraídos por los cantos de sirena[9] de las drogas, terminan adictos, en tragedias familiares y sociales, cuyas existencias solo avanzan por el impulso de una próxima dosis, como lo que nos expone Corso (2003):
Como todo creador, los beats no aspiraban más que a reflejar la vida en sus letras, pero la vida sin cortapisas: como el solo de una batería desenfrenada en una “jam session” enloquecida, como la subida de una mezcla imposible de psicotrópicos y pastillas y opiáceos, como el punto clímax de un sucio orgasmo a toda prisa en la escalera de un motel (…) (citado en Solé, J. 2005, p. 431)
Dado que, por esas épocas se sabía poco de esas misteriosas sustancias que ponían high[10], tal como los speedballs[11], o la heroína, cocaína, ácidos, barbitúricos y el cannabis, su uso llegó a tener un gran descontrol. Esto, en parte, se dio debido a la ilegalidad de las sustancias, pues esto las excluyó de la investigación universitaria, clínica y científica. De esta manera, muchos empíricos se convirtieron en los maestros y los gurúes tanto de la recuperación como del consumo, en un contrasentido del conocimiento académico que hoy nos lleva a lo descubierto por Alexander Shulgin[12] y el neurofarmacólogo rumano Corneliu Giurgea[13]. Shulgin es considerado el reinventor de las drogas de síntesis, que pretenden emular el orgasmo, o bien de otras pastillas, soluciones y polvos que quieren reproducir químicamente la euforia de “la victoria del equipo favorito en un partido de fútbol”, o producir la “prodigiosa inteligencia química”, mejorar la concentración e incrementar la memoria.
Es en la década de los ochenta cuando entran en boga los efectos de otro tipo de drogas, tal como el high de la cocaína, el flash del crack y el rush de los poppers. De esta forma se llegó a las drogas sintéticas y semisintéticas que se conocen hoy en día, las cuales representan un enorme peligro que se cierne sobre la humanidad. Por ejemplo, el falso éxtasis (PMMA), la flacka que es el ALPHA PVP, el Krokodil (dihidrodesoximorfina), las anfetaminas y metanfetaminas en sus versiones de ice o fenciclidina (PCP), Crank, éxtasis (MDMA) y Nexus (2CB) también llamado Tusibi, (en inglés Two, Cee, Bee).
Es importante tener en cuenta que cada día salen nuevas drogas al mercado; si este no es regulado a tiempo podría salirse de control, tanto del gobierno como de la sociedad. Esta situación no sólo acaba con nuestros jóvenes sino también genera muertes, violencia y toda clase de descomposición social. Por ello, se deben crear a nivel global las disposiciones farmacéuticas de Estado para las drogas recreativas, prohibir y perseguir las más perjudícales, y hacer síntesis más seguras de las menos perjudiciales. Puesto que el consumo ha estado, está y estará con los seres humanos, se reitera permitir su uso solo para mayores de 25 años; en caso del alcohol, permitir en mayores de 21 años para prevenir el desarrollo de la enfermedad adictiva, puesto que hay más riesgo para contraerla cuando existe abuso[14] antes de las edades señaladas.
[1] Los tipos de consumo patológico y de riesgo son ampliamente tratados en el capítulo 3.
[2] Un reciente estudio de la Universidad de Stanford señala que morteros de piedra hallados en Israel, han sido utilizados para la elaboración de cerveza, siendo esta la evidencia física más antigua conocida de una extensa operación antigua de la elaboración de esta bebida (Israel Noticias, 2018).
[3] Mario Savio fue uno de los principales líderes estudiantiles en las protestas de la Universidad de Berkeley en California, en los años sesenta. Trabajó por los derechos de los inmigrantes e iba en contra de las intervenciones militares norteamericanas en Centroamérica (¿Who was Mario Sabio, s.f.).
[4] En el camino (Kerouac, 1981) es una novela en parte autobiográfica escrita como un monólogo interior y está basada en los viajes que Kerouac y sus amigos hicieron por los Estados Unidos y México entre 1947 y 1950 y contribuyó a la mitificación de la ruta 66. Está considerada como la obra definitiva de la generación beat y recibe su inspiración del jazz, la poesía y las drogas, describiendo un modo romántico y bohemio de vida (Anagrama, s.f.).
[5] La palabra Beat significa golpeado, frustrado, agotado. Se refiere a un grupo de escritores estadounidenses de la década de los cincuenta, así como al fenómeno cultural sobre el cual escribieron. Algunos elementos definitorios son el rechazo a los valores estadounidenses clásicos, el uso de drogas, una gran libertad sexual y el estudio de la filosofía oriental. Esta nueva forma de ver las cosas dejó su principal influencia y legado en la posterior contracultura o movimiento hippie (Cook, 2011).
[6] Nombre científico de la marihuana.
[7] Ícaro es un personaje de la mitología griega, hijo del arquitecto del laberinto de Creta, lugar simbólico para la mitología, Ícaro cae del cielo por volar cerca del sol, a pesar de los consejos de su padre (Geddes & Grosset, 1995, p. 394).
[8] Falso self, descripción en psicoanálisis de un componente irreal del propio yo. Es producto de un enorme vacío interior y es, sin duda, precursor de adicciones y trastornos alimentarios y de la personalidad (Mitchell & Black, 1995, p.124-127).
[9] Término que se refiere a las primeras experiencias con las drogas. Ampliar en el tercer capítulo de esta primera parte.
[10] Dentro del lenguaje del consumo de drogas se conoce high como estar “colocado” es decir, el estado de en el que se encuentra la persona al estar drogada. Se utiliza para cualquier droga de manera indistinta (Weil y Rosed, 1999, p. 251).
[11] Es el término con el que comúnmente se conoce al uso combinado de heroína y cocaína en una misma jeringa para posteriormente usarla por vía intravenosa. Literalmente pelota veloz (Weil y Rosed, 1999, p. 255).
[12] Alexander Shulgin (1925–2014) fue un químico norteamericano, quien sintetizó el MDMA por primera vez, en búsqueda de llegar a emular un orgasmo (Encyclopaedia Britannica, 2018a).
[13] Giurgea era un sicólogo y químico rumano. En 1964 sintetizó la primera droga inteligente, el piracetam. Acuñó el término nootrópico para las llamadas drogas inteligentes (Giurgea, 1982).
[14] Técnicamente se entiende por abuso a todo consumo que ponga en riesgo la propia vida o la de terceros. Por ello, se entiende por abuso los consumos no formulados antes de los 25 años en drogas y 21 años en alcohol.